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Rocío G. Brey

murallla verde

En todo el mundo, la tierra fértil está desapareciendo,engullida por los desiertos.

África ha sufrido toda la fuerza de este fenómeno.

En un siglo, el Sahara ha avanzado en dirección sur doscientos cincuenta kilómetros, en un frente de seis mil kilómetros.

La tierra se ha vuelto estéril y la población se ha visto obligada a migrar.

En Marruecos y Senegal se está llevando a cabo una lucha perseverante y decisiva contra la desertificación.

El conjunto de oasis es una barrera ecológica entre el gran desierto y el mar Mediterráneo.

Eso los convierte en un elemento de una importancia ecológica mundial. Si este ecosistema se destruyera, la desertificación migraría hacia el norte y llegaría a toda Europa.

Debemos recuperarle tierra al desierto. Queremos reconquistar y restaurar ochocientas diecisiete mil quinientas hectáreas de tierra.

Hemos construido la Gran Muralla Verde, plantando unos dos millones de plantas cada año para recuperar franjas de desierto.

 

El inmenso Sahara se extiende sobre un territorio de diez países, desde el océano Atlántico hasta el mar Rojo.

En el norte, llega hasta el Mediterráneo y en el sur, está bordeado por el Sahel,una región semiárida de transición que da paso al África tropical.



Antiguamente, el Sahara no era tan árido como ahora. Durante la época del Holoceno, hace entre seis mil y ocho mil años, el clima era más húmedo y algunas personas hablan, incluso, de un Sahara verde.

Bueno, probablemente no era un territorio tan verde como son los trópicos. Seguramente, era un paisaje de sabana, con una abundante vida animal.

Pero, sin duda, no era en absoluto como lo que vemos actualmente.

Esto indica que el desierto estuvo habitado, durante miles de años, de forma continua, lo que contrasta con la situación actual del Sahara, prácticamente deshabitado.

Si alguien le hubiera dicho a la gente que vivió aquí hace unos cuantos miles de años que esta región se convertiría en un desierto de piedra y arena, podríamos apostar sin temor a equivocarnos

que no lo habrían creído.

Las lluvias en el desierto son imprevisibles. Pasan meses sin que caiga una gota, a veces varios años, y, de repente, cae un auténtico diluvio que se prolonga durante horas.

La cadena de oasis del sur formaba una barrera que durante mucho tiempo frenó al desierto.

La pérdida de los valores tradicionales de ayuda mutua, unida a la escasez de agua, condujo a la desaparición de numerosos oasis.

La barrera cayó y el desierto avanzó a través de sus fisuras. Mohamed Baghadi, uno de los coordinadores del Proyecto de Revalorización de los Oasis de la Agencia del Sur, ha realizado algunos descubrimientos alarmantes.



El declive de los oasis del sur fue también causado por el abandono

de las técnicas de irrigación ancestrales, utilizadas en las zonas desérticas del Magreb y de Oriente Medio.

Los primeros habitantes de los oasis obtenían el agua de la nieve derretida en las montañas del Atlas, construyendo redes subterráneas de canales de drenaje llamadas khettaras.

Sin mantenimiento, muchos de los canales se obturaron, y ahora el agua de las montañas del Atlas ya no llega.

La mayor parte de los canales subterráneos se excavó hace tres siglos.

Los más antiguos tienen más de tres mil años de antigüedad.

También debido al bombeo intensivo y a que la gente joven no deseaba trabajar en este sistema ancestral.

El objetivo de mi investigación es convencer a los agricultores y a los habitantes de los oasis de que mantengan este sistema y obtengan el agua sin atacar a la naturaleza.

Está adaptado al sistema de oasis, está adaptado al clima y adaptado al trabajo, porque es una tarea colectiva que les permite tener derecho al agua de irrigación.

Cada agricultor tiene derechos de agua. Cuando sus derechos se activan,

abre su acequia para irrigar su parcela y, cuando sus derechos se acaban, cierra su acequiay los derechos de agua pasan al siguiente agricultor.

Así que un oasis es parte de un ecosistema en el que la palmera datilera constituye su principal estructura. Desempeña el papel de sombrilla para todas las plantas subyacentes, que protege del sol durante el día. Y las plantas subyacentes capturan la humedad que durante la noche traspasan a la palmera datilera. Una palmera datilera produce cientos de toneladas de vegetación a lo largo de su vida.

Este material contribuye a la formación de humus, vital para el cultivo.

Produce también veinticinco kilos de dátiles al año, recolectados por las mujeres. Es una fruta muy rica en azúcar, que contiene multitud de vitaminas y sales minerales.

Proporciona también madera para la construcción y la cestería.

Por último, proporciona una magnífica sombra a cuyo resguardo crecen todas las demás plantas.

Esto es un campo de alfalfa, esto son pimientos rojos, eso son higos, eso es perejil, eso son coles, aquí están las zanahorias y eso son nabos. Los oasis tradicionales eran lugares de agricultura de subsistencia, denominada también agricultura de supervivencia, que cumplía una función hace varias décadas, pero, actualmente, la gente joven del sur no acepta con facilidad

una vida cuya única perspectiva es una existencia difícil con bajos ingresos.

El aumento de la popularidad de la alcaparra, que había caído en desgracia como condimento, el interés reciente por el aceite de argán, utilizado en cosmética, la revalorización de los higos chumbos o la miel de abejas silvestres, así como la moda de la henna orgánica y las técnicas modernas de irrigación, han abierto nuevas perspectivas.

Para que la gente se quede en los oasis, debe desarrollar una economía de mercado. No es como antes, cuando trabajaban solo para sobrevivir.

Actualmente, los agricultores están desarrollando productos con un valor añadido, para ganar dinero y quedarse aquí.

De lo contrario, la gente abandonará los oasis y el desierto avanzará.

En los oasis se cultiva henna orgánica en abundancia, que se irriga con sistemas de alimentación por goteo, que son costosos en su instalación, pero económicos en su uso.

Es cierto que la henna es una planta que utiliza mucha agua, pero estamos buscando un compromiso entre un producto que se vende bien y el agua disponible en el oasis.

Gracias a la eficacia de esta estrategia, los oasis costeros están desarrollando el cultivo del higo chumbo, que es también un producto atractivo.

Estamos llegando a un lugar por el que vale la pena el viaje.

Es una montaña de novecientos metros de altitud, con un auténtico océano de verdor en pleno desierto.

Son cactus, no es fácil llegar hasta aquí. En medio del desierto,

con menos de cien milímetros de precipitaciones al año, hay un bosque de verdor.

Los cactus que lo forman absorben la humedad del aire, que procede del mar, que está a veinte kilómetros de distancia. La humedad se eleva y se desplaza hasta aquí.

El cactus tiene unos poros que se abren y que les permite absorber el agua,

así que son una reserva de agua en pleno desierto.

Hoy estamos redescubriendo que esta poco agraciada planta, con una pésima reputación, es un auténtico regalo de la naturaleza, y todavía no sabemos todo lo que puede aportarnos.

Con este cactus puedes hacer de todo porque es madera, así que puedes utilizarlo para calentar y tiene, sobre todo, un enorme potencial como alimento para animales.

Y, en cuanto a su fruto, permite hacer un montón de cosas interesantes

para la nutrición humana. Se pueden hacer mermeladas y néctar e, incluso, se puede comer. El cactus es también muy apreciado por su contenido mineral y sus propiedades antienvejecimiento.

A medida que las propiedades del higo chumbo se van conociendo,

las plantaciones se multiplican. Cuando plantas cactus, a medida que se va extendiendo, va dando sombra a otras plantas, que proliferan así a su alrededor. Y, cuando tienes plantas, tienes vida animal.

Aparece un ecosistema donde no había nada.

La vegetalización de la zona costera del sur de Marruecos es vital.

Cantidades inmensas de arena, arrojadas por ríos y arroyos, se acumulan en la orilla del océano.

Esta arena, transportada por el viento que sopla hacia el interior desde la costa, crea las dunas que alimentan el desierto.

El proyecto panafricano de la Gran Muralla Verde para detener la desecación del Sahel se puso en marcha en dos mil cinco.

Su objetivo es reforestar una franja de quince kilómetros de ancho, desde Yibuti hasta el norte de Senegal, sobre una longitud de siete mil seiscientos kilómetros.

Por el momento, solo Senegal se ha embarcado en este titánico esfuerzo.

La zona del Sahel es un territorio de trashumancia intensive de vastos rebaños de ganado vacuno, ovino y caprino.

En la estación seca, los animales pastan la poca hierba que subsiste. Mientras se aguarda el rebrote de la estación lluviosa, que dura sólo dos meses, el suelo, completamente desnudo, carece de protección.

Estos son los problemas estacionales. Hace un mes todo estaba seco, sin hierba, con la tierra agrietada y seca.

Pues bien, ha bastado una sola noche de lluvia para bloquear el camino y la pista. Es la paradoja de las zonas desérticas. La virulencia de las tormentas es como un espejismo. En realidad, la cantidad de lluvia que cae al año es baja o muy baja.

La lluvia cae sobre la tierra caliente, lo que aumenta la evaporación. Y, al igual que ocurre en el sur de Marruecos, las precipitaciones son muy irregulares. En algunas aldeas, se han construido grandes embalses

para recuperar el agua de lluvia. En la estación seca, son alimentados por pozos que alcanzan la capa freática, pero están muy lejos de ser suficientes.

La estación lluviosa es la única épocadurante la cual se puede extender la Gran Muralla Verde.

Estas son plantas que no requieren riego,pero hay que plantarlas en un ambiente de humedad porque, si la tierra está seca, ya no se pueden plantar. Y debemos cubrir un área muy extensa.

En un mes tenemos que cubrir todas las superficies. Estos árboles jóvenes, muy tiernos, son un manjar para los rebaños,y todos los animales se los quieren comer.Este alambre de púas es para proteger las plantaciones. Estamos en una zona de pastoreo,donde hay miles de cabezas de ganado.



Queremos plantar acacias.Esto es una acacia nilotica.Este año hemos plantado acacias de todas las especies.En total, un millón setecientas mil plantas, es colosal.Entramos en una de las plantaciones más antiguas que componen la Gran Muralla Verde.

Después de ocho años de plantación, tenemos estas especies de árboles que están especialmente adaptados a las condiciones de sequía que imperan en esta region. Estos árboles fueron elegidos también por el aprovechamiento que puede hacer de ellos la población local.

La acacia senegal, por ejemplo, produce goma arábiga, muy usada en la industria farmacéutica.

Pero hay también otros árboles, como los datileros del desierto, que la población local utiliza con fines medicinales o alimentarios.

Todas estas propiedades estimulan a las poblaciones locales a preservar estas plantaciones a largo plazo.

En general, los ganaderos han respetado los recintos, aunque, de vez en cuando, aquí y allá, el ganado hambriento haya hecho algunos agujeros en la cerca.

Las quemas tradicionales para estimular el rebrote de pastos han sido prohibidas. Y se ha establecido un cortafuegos alrededor de cada parcela.

Protegido de esta forma, el ecosistema renace. Las aves migratorias regresan en masa, especialmente en la estación lluviosa.

Alrededor del veinte por ciento La Agencia de la Gran Muralla Verde posee siete viveros, donde miles de árboles aguardan a ser plantados.

Sin embargo, los científicos quieren mejorar la resistencia de las plantas jóvenes.

Están apostando por experimentos recientes que ya han dado resultados en laboratorio. Aunque la Gran Muralla Verde se ha construido, fundamentalmente, para contener el avance del desierto, su objetivo también es luchar contra la pobreza y diversificar las fuentes de ingresos de la población local.

La creación de estos huertos ayuda. Estos espacios están reservados para las mujeres, que los usan para realizar labores de horticultura, obteniendo una fuente de ingresos que permite diversificar el trabajo.

También ha influido en sus hábitos alimenticios. Ya no son los mismos.

En algunas zonas, debido al nomadismo, los niños no podían asistir a la escuela.

Cuando iniciamos nuestra intervención aquí, la gente empezó a volverse más sedentaria y la escuela que existía se reabrió para los jóvenes que antes se dedicaban a la trashumancia.

-La... Gran... Muralla... Verde.

Y ahora enseñadme lo que está bien y lo que no. Muy bien, chicos, ¿qué es lo que no está bien?

Desierto.

No hay agua.

-No hay agua.

Los actores de la Gran Muralla Verde no se limitan a restaurar el ecosistema. Se ocupan también de la población.

No se trata solamente de un proyecto ecológico. La Gran Muralla Verde tendrá un impacto en la transformación del medio ambiente y, a su vez, un doble impacto sobre la salud de la población.

Proporcionará una alimentación más rica y diversificada, mucho más saludable para la población actual porque el agua a la que tienen acceso podría contribuir al desarrollo de ciertas enfermedades infecciosas.

 

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